¡Quién dejo
abierta la puerta del placard! ¡Que se cierre! Ni a medio cerrar, ni hendija,
ni toda para un lado ni toda para el otro. Entra el diablo, me decía mi abuela
cuando me daba el beso de las buenas noches y revisaba que el gato no estuviera
en la habitación. Desde aquellos pequeños años me es imposible caer molida
sobre la cama para perderme en los sueños apurados que apenas te dejan sacarte
las zapatillas. Hay que cerrar primero la puerta del placar y recién después de
cerrar hasta hacer presión sobre los marcos, sacarme o no, la camisa, el
pantalón, las medias, y dormir. (María
Schwartzer)
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