17.10.13

"Ser obsesivo tiene buena prensa", de Nicolás Hochman y Fernando Halcón



Ser obsesivo tiene buena prensa
Texto: Nicolás Hochman / Imagen: Fernando Halcón

Mis libros están sistemáticamente ordenados por un criterio alfabético, en el que respeto rigurosamente el apellido del autor. No soy nada original, pero me parece que es más simple que hacerlo por nacionalidad, siguiendo la fecha cronológica del nacimiento de cada escritor, que es lo que hacía antes. Para mayor tranquilidad organizativa armé hace muchos años, además, una tabla Excel en la que vuelco cada libro nuevo que entra en casa, anotando varios datos en diferentes columnas. No es el único Excel. Entre otros tengo, por ejemplo, mi agenda de contactos, mi lista de tareas, los autos que manejé, los libros que leí, las películas que vi, las estadísticas de los partidos de Play que jugué con un amigo el año pasado, etcétera. 
Ser obsesivo tiene buena prensa. Si a uno le dicen que es histérico, o perverso, o psicótico, puede haber peleas, ofensas, explicaciones y justificaciones de todo tipo. Pero si le dicen, en cambio, "Qué obsesivo que sos", más bien suena a un halago, a destacar algo que generalmente no tiene una carga negativa.
Nos enorgullecemos de nuestras obsesiones, que muchas veces son divertidas, anecdóticas, ideales para empezar una conversación con gente que uno no conoce. O no. Las llevamos como cicatrices de guerra (una guerra nuestra, íntima, de todos los días). Las exponemos frente a cualquiera que quiera verlas, o escucharlas, porque hacemos de ellas historias elaboradas. Porque está claro: no todos somos obsesivos, pero todos tenemos obsesiones, que nos marcan, de las que hacemos una marca que nos identifica, una marca con la que en definitiva terminamos siendo y haciendo.
El número 6 de Casquivana tiene mucho de todo esto; o algo. Hay obsesiones graciosas, dramáticas, preocupantes, algunas difíciles de creer. Algunas generen seguramente empatía, y otras cierto rechazo visceral. En todo caso, lector, si llegás a necesitar un índice detallado y organizado según diferentes variables, mandanos un mail, que seguro te hacemos llegar un Excel con todo eso que necesitás saber. Probablemente tardemos, porque los obsesivos preferimos dejar de lado los impulsos y posponer las cosas tanto como sea posible. Probablemente te enviemos el mail, pero olvidemos adjuntar el archivo. Probablemente al final lo hagamos, pero con una larga explicación, detallada, elaborada, contándote mil cosas prescindibles.
En el fondo, me parece, hay cosas peores. O por lo menos me queda la excusa, tranquilizadora, de suponer que es a partir de obsesiones que algunos proyectos se inician y se sostienen en el tiempo. Inconclusos, claro, como lo es esta revista.





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