19.12.11

No es fácil ser un hijo. Entrevista con Manuel Soriano (segunda parte)

No es fácil ser un hijo. Entrevista con Manuel Soriano (segunda parte)
Luca Scognamiglio

La infancia de Osvaldo fue bastante complicada, debido a las mudanzas a las que estaba obligado a realizar su padre. Me imagino que la tuya también habrá sido intensa.
Obviamente viajé mucho en mi niñez, pero quizás de manera más burguesa, más turística y más fácil. Con respecto a Buenos Aires, primero vivimos en La Boca, y después nos mudamos cerca de Palermo, donde teníamos una casa grande. A él eso de vivir en un lugar tan burgués no le agradaba, quería sentirse más popular, digamos, más cerca de la gente, del pueblo.
Muchas de sus peregrinaciones pasaron a los cuentos con gran facilidad. Incluso en la novela Una sombra ya pronto serás hay ecos de sus recorridos por las rutas pampeanas. ¿Leíste la novela?
La leí, cuando era más chico, y después vi la película, pero estoy seguro de que no la entendí o no la percibí como podía entenderla y percibirla un argentino. Para mí es nada más que un viaje poético, exótico, una cosa muy agradable, pero yo lo miro desde afuera y con una perspectiva diferente, de lejos o desde lo alto.
Claro, porque todo el viaje de la novela se construye sobre la filosofía del “fracaso”, sobre la idea de que la gloria más grande está en el fracaso. Quizàs sea bastante difícil para los europeos entender eso, porque nosotros estamos acostumbrados al drama y a la tragedia que residen en el fracaso, y no a la gloria.
Esto es un pensamiento característico de los argentinos con lo que yo estoy totalmente de acuerdo: para mí la mayor gloria que se puede obtener está en un fracaso y en la dignidad de enfrentarse con una realidad que fracasa. Y esto me parece que se puede poner entre las ventajas de los argentinos, entre sus calidades. Quizás la cultura europea sea más horizontal, con menos olas digamos, mientras que la cultura y la historia argentina son como tempestuosas.
En aquel entonces, hablamos todavía de los años noventa, tu papá ya era no sólo un escritor muy famoso acá y en Europa, sino que también se le reconocía la lucha contra la dictadura militar y la militancia periodística en el exterior. ¿Te dabas cuenta, de algún modo, de esto?
No no, no me daba cuenta de ningún modo. Era una cosa normal, así que yo no tenía otra postura para compararlo. Y quizás eso habrá sido una mala impostación para desarrollarse como niño: todo era como ya obtenido, ya dado. Yo no conocía la construcción, cómo se había llegado a eso. Así que no tuve conciencia de lo que él representaba exactamente, de lo que había pasado para llegar a ser lo que era.
Hay muchos intelectuales argentinos que siempre mantuvieron una gran amistad con tu papá. ¿Conoces a algunos de ellos y pudiste hablar con ellos de tu papá y de la huella que él ha dejado en la cultura y en la literatura argentina actual?
Conozco a Osvaldo Bayer, conozco a Héctor Olivera (el director que llevó al cine No habrá más penas ni olvido y Una sombra ya pronto serás, ndr) y a su mujer Dolores Bengolea; también fui a Página/12 y conocí a toda la redacción y a todo su grupo de trabajo (eran sobre todo los más jóvenes los que estaban más emocionados), y por ejemplo hablé con Hugo Soriani. Pero cuando me hablan y me cuentan de mi papá, me parece que sobre todo hablan de ellos mismos: me cuentan historias, inventando bastantes cosas y apropriándose de la figura de él para agrandarse un poco.
Y por otro lado, sin entrar en ámbitos demasiado personales o familiares, ¿cuáles son los recuerdos más vívidos de Osvaldo que te transmitió tu madre?
La verdad, ella me cuenta muy pocas cosas, digamos que es algo que ella guarda celosamente en su memoria. Según me decía Dolores (Bengolea, ndr), cuando vivían en París mi mamá escondía billetes en los bolsillos de mi viejo cuando él salía de casa, porque él decía que no tenía plata “ni siquiera para comprar cigarrillos”. Me parece que mi padre tenía un gran respeto por ella, y que esta relación se basaba en un amor muy tierno y muy fuerte a la vez, y en casa se percibía el amor que había entre ellos. Yo creo, además, que haber tenido en casa a una mujer así ha sido de gran ayuda para mi padre, y como siempre se dice “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”. Aunque yo no quiera decir que mi padre fue un gran hombre: me parece que la grandeza se encuentra en otras cosas, en personalidades como Julio César o Napoleón, pero es un sentimiento muy personal. Digamos que la grandeza de mi padre no me interesa tanto...puede ser que sea un tema que me escondo a mí mismo. Igual me transmitió muchas cosas, y el tiempo que estuve con él fue un tiempo muy intenso.
Si tuvieras que elegir una cosa, ¿cuál dirías que es la mayor herencia que te dejó tu papá?
Para mí es eso de los cuentos que me contaba antes de dormirme: una gran ternura, una visión de la vida bastante particular, y tampoco sé cuánto me quedó de esto. Después de su muerte (en 1997, ndr), por ejemplo, hubo una temporada de gran lirismo, para mi madre me parece aún más que para mí; ella estaba más presente en mi formación, pero con él desapareció la componente poética, algo importante en la formación de mi espíritu, en mi formación varonil. Hubo como un vacío en la casa, como también seguramente hubo un vacío en Página/12 y en la cultura argentina en general.
Su muerte fue algo importante pero quizás no tan trágico para mí, porque no sé como me habría desarrollado con él: siendo un “hijo de papá”, me habría resultado muy fácil vivir acá, encontrar trabajo; y aún hoy si quisiera trabajar en Argentina podría, con relativa facilidad, me parece. Tal vez su muerte, en algún sentido, me ayudó a que la vida no fuese demasiado fácil: él era una figura que se expandía mucho, y me habría costado despedirme de él, de su influencia, de su protección. Yo prefiero pensarlo así.
Y ¿si tu papá viviera?
Viviríamos en Italia. Èl tenía el sueño de vivir en Roma: creo porque Italia le parecía un país más fácil, le gustaba mucho el espíritu italiano, y encima estaba muy relacionado con Italia y con muchos italianos. Pero yo soy bastante realista: a los ingleses le gusta decir muchos “si”, mientras que yo pienso que el destino es así y que hay que aceptarlo como es.

Luca Scognamiglio (Toscana, 1984). Se licenció en Letras en la Universidad de Pisa e hizo un posgrado en Lenguas y Literaturas Hispano-Americanas, con la tesis “Colonia Vela o sea Argentina”, sobre la narrativa de Osvaldo Soriano. Es periodista, docente y autor de narrativa y poesía. Algunos de sus cuentos fueron publicados en antologías por la editorial italiana Prospettiva. lucasco1984@libero.it

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