Perdí un amor pero
Alejandro Ferreiro
Tuve una suerte
casquivana, casi vana. Ya estoy mintiendo.
No es cosa mía
pero lo cuento. Vamos de nuevo, cascos alegres:
Tuve una suerte
que fue desgracia. Mentira cruda. Amor perdido.
Esto es
invierno y espero el rayo.
Veo los
pies, cielos que pasan. Arrastran nubes. Flotan. Encallan.
Esto es
vereda, puro granito, sandía pálida.
De un lado,
sombra. Y en la otra orilla duerme un carozo. Hueso de palta.
Yuyos.
Colillas. Fallas del piso. Todo alborota.
Alborotado, el
viento ataca. ¿Alguien lo nota?
Lo anoto y
gira. Gira y repito: semilla y polvo.
Futura
planta se rota y rompe. Sobran las ganas. Nace una herida.
Crece y
germina. Mentira pura.
Eran
sandalias. Botas. No importa. Esa camisa no fue planchada.
Es de verano
el amor fallido. Mentira cruda. Tuve una suerte que fue desgracia.
Mojaba
cerca. Lejos mojaba. Carozo frágil, temprano, lento. Luces que ocultan.
La
transparencia es una emboscada.
Toda una
suerte aquella desgracia. Perdí el amor. Salvé la moto.
Puedo
llamarme desde muy lejos. Hacerme señas. Pedir consulta conmigo mismo.
Hacer de
esto cuatro palabras.
Repito:
Bendita suerte aquella desgracia.
Por cada
escombro una despedida.
Dos
bienvenidas por cada rama.
Medir el
vuelto. También lo sano. De lo podrido, las ganas. De lo ganado, un perro
llamado Pato. Hay brillos en lo perdido: Carozo. Mata escondida.
Se aprende a
sumar restando.
Hay una cosa
que no se sabe.
Se desconoce
(y eso enamora) cuál es la cosa desconocida.
Fulgura
algo, es un abrigo: Perdí un amor. Gané un motivo.
Ya estoy
mintiendo.
Publicado en Casquivana 6: www.casquivana.com.ar
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