3.8.12

Así empezó Selva Almada


Así empecé yo
Selva Almada

Siempre sentí admiración por los coleccionistas: alguien que se interesa por algún objeto en particular y se dedica durante años a rastrearlo y atesorarlo en todas sus variantes. Me admira la paciencia y la obstinación de los coleccionistas, cualidades que yo no tengo. De chica intenté con las estampillas, las marquillas de cigarrillos y hasta las figuritas con brillantina (todo con elle ahora que me doy cuenta), y siempre abandoné rápidamente con unos pocos ejemplares de cada cosa en mi haber. Pero los coleccionistas siguieron llamando mi atención, seguí envidiando su chifladura.
Hace un par de años me agarró algo parecido a ese afán con los libros de Erskine Caldwell, enorme escritor norteamericano, best seller en los años cuarenta y cincuenta, que dejó de leerse y de publicarse –no sé cuál de las dos cosas habrá venido antes. Un día, mi amigo Sebastián Pandolfelli me dejó un ejemplar arruinadísimo de El camino del tabaco, con la única explicación: vos tenés que leer esto. Me gustó tanto esa novela que te hace hervir la sangre de nuevo, que le dije a Seba que quería más de eso. Qué viva, yo también: pero es inconseguible, me dijo. Así que entre los dos nos pusimos a la caza de Caldwell.
Las librerías de viejo volvieron a tener sentido para mí. Terminar estornudando, moqueando y con las yemas duras de hurgar en estantes y cajones buscando un Caldwell. Encontramos unos cuantos. Varios El camino del tabaco que seguimos comprando para prestarla, porque es casi una misión evangelizadora para nosotros que mucha gente la lea. Y otras novelas y colecciones de cuentos.
Hace poco una editorial española empezó a editar unas cuantas obras suyas, incluso se consiguen en las librerías de acá. Pero no es lo mismo: nosotros solo buscamos al viejo Erskine Caldwell, de hojas amarillas y quebradizas y olor a gente que no conoceremos nunca.

En http://casquivana.com.ar/ (página 34)

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