30.8.13
Alejandría de septiembre
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29.8.13
Dónde estaría Gilda Manso hoy si
Dónde estaría hoy si
Gilda Manso
Cuando me propusieron escribir esta
columna lo primero que me vino a la mente fue un viaje a San Luis que hice hace
unos meses. Mejor dicho: me vino a la mente el regreso a Buenos Aires: llegué
al aeropuerto y me acerqué al mostrador a buscar mi pasaje. El hombre que
atendía me pidió mi DNI; luego llamó a otro hombre y hablaron por lo bajo unos
instantes. Chequearon unos datos en la computadora. Hablaron unos instantes
más. Finalmente, el hombre me devolvió mi DNI junto con un pasaje en primera
clase: el último pasaje que quedaba. A continuación, convocó a los pasajeros
que estaban en la fila detrás de mí y les informó que el vuelo estaba
sobrevendido. Que no quedaban pasajes. Que no habría más vuelos desde San Luis
a Buenos Aires por el resto del día. Que les convenía esperar un par de horas,
tomar una combi a Mendoza, y ahí esperar el próximo vuelo a Buenos Aires.
Tres horas después de eso, cuando yo ya
estaba en mi casa, bañada y en pijama, me pregunté: ¿Dónde estaría ahora si
hubiera llegado al aeropuerto un minuto más tarde? Y me sentí, por un momento,
la persona con mejor fortuna del mundo.
Al margen de esa anécdota, a veces me
parece que toda la vida es uno de esos libros de la serie Elige tu propia aventura: “Si querés adentrarte en el laberinto,
andá a la página 34. Si querés quedarte para siempre donde estás, andá a la
última página”. Que arriesgás aunque no sepas qué viene, porque si no arriesgás
termina todo. ¿Dónde estaría hoy si no hubiese elegido adentrarme en el
laberinto? En el final de algo.
Pero salgamos de lo alegórico, que lo
que abunda a veces sí daña: ¿Dónde estaría hoy si no me dedicara a escribir?
Quiero creer que me las hubiera arreglado para tener una casa en la costa, y
que trabajaría de mirar perros en la playa mientras tomo mate sentada en una
esterilla.
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28.8.13
Los dientes limpios de Sol Oliver
De chica tuve una fijación por
lavarme los dientes. Y pasé por épocas fuertes. No importaba adonde fuera,
tampoco si me quedaba en casa. Daba lo mismo si estaba por irme a dormir, si
recién había terminado de comer o si tenía que ir a la panadería por pedido de
mi madre. A pesar de los reclamos, siempre lograba escabullirme, meterme en el
baño y embestir mi boca con el cepillo. Arrastré este temita por muchos años.
Recién ahora, al borde de los 35, lo estoy manejando. Creo… (Sol Oliver)
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Marcelo Luján tiene un vecino que es nuevo
Tengo un vecino que es nuevo
Marcelo Luján
Vivimos en un barrio de los denominados peligrosos. Un barrio de esos
en donde la gente no sale de noche porque tiene miedo a que le pasen cosas.
Después de cenar, no hay un alma por la calle: ni almas ni coches, ni siquiera
ruidos. Ni siquiera ruidos de cosas malas. A veces se oye la sirena de un
patrullero y entonces sabemos que alguna de esas cosas malas acaba de pasar. Pero
a nosotros no nos importa. Después de cenar, el mundo termina en la puerta de nuestro
departamento. Y es ahí donde quiero llegar: a la puerta de nuestro
departamento. Más concretamente a la mirilla que tiene la puerta.
Vivimos en el quinto. Los nuevos en el A, nosotros en el B. Tres metros
de pasillo separan esta puerta de aquella. Y todas las noches, aunque no haya
un alma en la calle, los nuevos empiezan a recibir gente. Suben por el ascensor
pero también por las escaleras. Tocan el timbre, esperan unos segundos, la
puerta se abre un poco. Y entran. Todos estos extraños personajes entran en el
departamento de los nuevos. Entran sin decir palabra. A los diez o quince
minutos, salen. Siempre en silencio. Esto sucede después de cenar. Todos los
días. Por supuesto veo cada movimiento pegado a la mirilla. Quieto, casi sin
respirar. Ayer vi tocar el timbre a una mujer joven con un chico de unos seis o
siete años. Ver algo así me alarmó todavía más porque hasta ese momento sólo
había visto gente adulta. Por cierto, el chico también entró en silencio.
No sé si vale este dato pero los nuevos hicieron la mudanza de noche,
cuando en el barrio no hay ni un alma. Todo muy raro. Mi mujer dice que
tengamos cuidado, que podrían ser una secta brasileña. Qué sé yo. Ah: no venden
droga, no. De eso estamos completamente seguros porque droga vendemos nosotros.
Aunque nunca después de cenar. Vivimos en un barrio muy peligroso. De noche, si
te asomás por la ventana, no ves un alma.
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27.8.13
Isaías Chávez y su tema con las líneas del suelo
Tengo una
obsesión que me impide pisar las líneas del suelo, lo evito a cualquier precio,
cualquier cosa que salga mal, quedar en ridículo es mucho mejor para mí que
pisar las líneas del suelo.
Las esquivo todas, las horizontales, las verticales, las diagonales, las de diferentes colores e incluso las que a simple vista no se ven pero yo sé que están ahí. Siento que si llego a tener contacto con aquellas líneas todo el día se vendrá abajo. Para no tener un mal día, no piso ni toco las líneas del suelo. (Isaías Chávez)
Las esquivo todas, las horizontales, las verticales, las diagonales, las de diferentes colores e incluso las que a simple vista no se ven pero yo sé que están ahí. Siento que si llego a tener contacto con aquellas líneas todo el día se vendrá abajo. Para no tener un mal día, no piso ni toco las líneas del suelo. (Isaías Chávez)
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26.8.13
El caso de dos, de Jean Michel Vappereau
Topología en
Extensión anuncia la conferencia de
Jean Michel
Vappereau
El caso de
dos
El tiempo
lógico y la asersión de certidumbre anticipada,
su
matemática en el caso reducido a dos prisioneros
El sábado31
de agosto del 2013, de 10:30 a 13:30, en
El Camarín
de las Musas
Mario Bravo
960
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