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15.10.13

Las obsesiones de Sebastián Lidijover



Dice Borges “vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra”, y yo sueño que me lo encuentro agachado y le pego una patada para que se corra y poder espiar, con mis propios ojos, todos los rincones del mundo y todas las tapas de libros y así sacar todas las posibles, e imposibles, Fotos Locas de los Viernes para publicar en el Facebook de Riverside Agency. (Sebastián Lidijover)

26.6.13

Historia del dinero, de Alan Pauls



Historia del dinero, de Alan Pauls

Anagrama, Buenos Aires, 2013



Siguiendo el camino iniciado con Historia del llanto e Historia del pelo, Pauls desarrolla una narración casi topológica, en la que las acciones y los pensamientos son un reverso que se resignifica permanentemente. El eje, el dinero, es la obsesión de un obsesivo, lo que le aporta una identidad y lo que le genera problemas. El dinero en sus múltiples formas (cheques, deudas, apuestas, especulaciones, bonos, préstamos, herencias, jugadas financieras, sobornos, negociaciones, ¿asesinatos?) detona un mundo de posibilidades, de incertidumbres, en el que la historia familiar es tan importante como el contexto (de la convulsa década del '70 en adelante). Crisis económicas se mezclan con dificultades para sostener vínculos íntimos; sentimientos de amor y odio, con viajes y ausencias; la soledad y la frustración, con la política, la ideología y la violencia. Historia del dinero es una novela compleja, angustiante, por momentos adictiva. Como el vil metal.

25.3.13

El sentido de un final, de Julian Barnes



El sentido de un final, de Julian Barnes
Anagrama, Buenos Aires, 2013

Más que justificado el premio Man Booker que obtuvo Barnes (Leicester, 1946) con esta novela excepcional, inteligente, de un sentido del humor delicioso. Una historia que comienza con la amistad entre cuatro adolescentes, y que, como en la vida, se diluye y entrecorta con el paso del tiempo: suicidios, chicos que crecen y se vuelven hombres, profesiones que frustran al sujeto, novias que se van con otros, sexualidades que nunca terminan de satisfacer, familias conflictivas y, sobre todo, malos entendidos. La narración, que fluye de una manera envidiable, tiene además un bonus track sobre la parte final, con un desenlace sorprendente que lleva a resignificar las acciones del protagonista y, por qué no, la interpretación y el posicionamiento que va perfilando cada lector.

18.3.13

Mr Gwyn, de Alessandro Baricco



Mr Gwyn, de Alessandro Baricco
Anagrama, Buenos Aires, 2013

Un escritor que está en su mejor momento se cansa de las imposturas del mundillo editorial y decide renunciar a la fama, los lectores, los contratos y la escritura. Descansa, da vueltas, se pregunta qué quiere hacer de ahí en más y se toma un largo tiempo sabático, consumiendo sus ahorros. Finalmente lo decide: quiere hacer algo que nadie hizo nunca, algo que no existe. Escribir retratos. Pero no descripciones físicas ni biográficas, sino algo más, algo que va mucho más allá, metafísico, hasta que no se plasma sobre el papel. Baricco escribe una gran novela llena de obsesiones maravillosas, en la que las palabras adquieren esa sutileza que lo caracteriza, con un estilo que sigue desarrollándose de una manera contundente.

8.11.12

Tú y yo, de Niccolò Ammaniti



Tú y yo, de Niccolò Ammaniti
Anagrama, Buenos Aires, 2012

Lorenzo, un chico de catorce años con problemas de socialización, le dice a la madre que lo invitaron a esquiar una semana, y se esconde en el sótano para poder desaparecer y encontrar su identidad estando solo. Ese microcosmos de orden, rutinas preestablecidas y absoluto control se ve derrumbado por la más brutal de las entropías, cuando casual e inesperadamente aparece su hermana, nueve años mayor. Una hermana que no ve desde hace mucho, violenta, drogadicta y amenazante, que pone en juego sus prioridades, sus valores, ideales y modos de enfrentarse al mundo. Una historia juvenil de esas que pueden pasar en la Roma de Ammaniti (1966, autor de esa gran novela publicada por Anagrama poco tiempo atrás, Que empiece la fiesta), pero también en cualquier otra capital en la que las historias se entrecruzan vertiginosas, sin que haya siempre un testigo para registrarlas y volcarlas luego al papel.