12.11.13

Ceremonia de cierre del Premio Itaú de Cuento Digital organizado por Grupo Alejandría



Qué nervios, qué ansiedad, qué ganas de saber quiénes son los ganadores del Premio Itaú de Cuento Digital organizado por Grupo Alejandría, ¿no? Mucho no les podemos adelantar por ahora, pero sí que hay antologados de Argentina, Uruguay y Paraguay. Que el ebook va a estar disponible (gratis) a partir del 19 a la noche. Que hay cuentos futuristas, oscuros, historias de amor (o desamor), momentos terribles, paisajes urbanos y otros que no, de gente con problemas existenciales, referencias a clásicos y recursos digitales muy bien aprovechados. O sea, lo que se dice una antología ex-ce-lente.
Qué linda va a estar la ceremonia de premiación el martes 19 de noviembre, que arranca puntual a las 18:00. Y ojo que puntual es puntual. Es en la Usina del Arte, en La Boca, con combis que a la vuelta te llevan para el centro, con un lindo catering, con la posibilidad de hablar con los premiados, con los jurados, con la gente del comité de lectura. Va a ser, en definitiva, uno de los eventos literarios más importantes del año en Buenos Aires. Y es gratis. ¿Nos vemos ahí?


7.11.13

Argelia 60, de Pierre Bourdieu



Argelia 60, de Pierre Bourdieu
Siglo XXI, Buenos Aires, 2013

Reedición de un clásico de Bourdieu, escrito en la misma época de El sentido práctico. Este libro de ensayo sociológico va más allá de un simple trabajo de campo, dotando a la investigación de un corpus empírico y teórico muy fuerte, y convirtiéndose quizá en una de sus obras más representativas. Lo que hace Bourdieu es analizar la conversión de Argelia en una sociedad capitalista, utilizando para ello una serie de metodologías, conceptos, variables y categorías analíticas que aparecen permanentemente en sus escritos, centrándose en la relación existente entre las estructuras económicas y temporales. Política, ideología, economía y sociedad se entrecruzan para hacer de esta etapa un todo complejo, que oscila entre las esperanzas subjetivas y las oportunidades objetivas.

6.11.13

"Afuera" y "Un momento", de Jimena Arnolfi y Mariana Belemlinksy



Texto: Jimena Arnolfi / Imagen: Mariana Belemlinksy

Afuera
Los días caen como frutos
y yo acá parada
preguntándome por el camino.


Un momento
Me arremangué
para trabajar la tierra húmeda.
Algunas plantas dan flores
y otras no pasan el invierno.
Yo no estoy diseñada
a la medida de mi valor.


4.11.13

"Burbujas", de Marina Macome y Mariana Belemlinksy




Burbujas
Texto: Marina Macome / Imagen: Mariana Belemlinksy

El hall es oscuro y hay tantas plantas que tardo en descubrir al encargado detrás de un escritorio. Desde allí nos observa mientras un ventilador decrépito no le alborota ni los tres pelos que peina hacia un costado. Mantiene la cara impávida incluso cuando la mujer de la inmobiliaria se pone a dar golpecitos histéricos a la puerta del ascensor. ¡Ascensoooor!, insiste con las manos transformadas en un megáfono y, apenas echo un vistazo a mi reloj, me da charla. ¡Qué importante que haya todo este verde! ¿No cree?, pregunta señalando las plantas. Desconcertado, la veo cerrar los ojos e inflar las aletas de la nariz, como si aquellos nardos de plástico  realmente perfumaran.
Al abrirse la puerta, un bóxer se me abalanza. Parece escarbarme el tórax con las patas. Retrocedo, asustado. ¡No hace nada!, asegura su propietario aferrándolo del collar. No llego a increparlo porque de inmediato el hombre es arrastrado hacia la calle por el animal jadeante.
Durante el ascenso, llantos de bebé, ráfagas de ajo y hasta una baja de tensión acechan el habitáculo. ¿A esto le llama un edificio de categoría?, quiero preguntarle a la mujer de la inmobiliaria pero me limito a clavarle los ojos desde un espejo rajado; me desabrocho el primer botón de la camisa, enojado conmigo mismo por haber caído otra vez bajo el verso de estos chantas. Al detenernos un piso antes del nuestro, la mujer de la inmobiliaria se aferra a la puerta del ascensor : "¡Subimos!" advierte con expresión belicosa y se embarca en una pulseada para seguir viaje. Observo los colgajos de su brazo flamear hasta que del otro lado se dan por vencidos.
Ya en el departamento, me es imposible disimular la furia. Ni siquiera después de ver el esfuerzo que hace para subir las persianas de la supuesta recepción señorial. Con luz, las grietas y los nubarrones de humedad se multiplican. Quedo unos instantes con la vista en alto, contemplando la posibilidad de que una familia entera caiga del cielo raso.
La mujer de la inmobiliaria habla sin parar, pero el ruido de la calle es tal que tengo que leerle los labios. Pasemos a la cocina, insiste tomándome del brazo. Aun si nos adentramos en un rincón oscuro y grasiento, ella jura ver un luminoso comedor de diario reciclado. Debería haberse dedicado a la actuación, de lo contrario no entiendo cómo no se le mueve un pelo cuando abre la alacena y disparan cucarachas en todas las direcciones imaginables. ¿Vio cuánto espacio? me pregunta, imperturbable. 
La sigo hasta el dormitorio principal. En efecto, debe ser el ambiente más silencioso; en vez de los constantes bocinazos y frenadas provenientes de la avenida, se escuchan las tablas del piso de roble de eslavonia crujir a nuestro paso. La observo correr en cámara lenta el harapo que hay de cortina, como si tuviera la certeza que en cualquier momento se le desintegra en las manos. Al advertir la cantidad de mosquitos reventados contra las paredes, me rasco los antebrazos. En el techo, la única forma de sorprenderlos fue a zapatazos.
Una vez en el baño, la mujer habla de venecitas pero yo sólo veo azulejos quebrados. Mientras comenta que la presión es óptima, abre la canilla del lavamanos; nada, ni una molécula de agua. Tampoco asoma una gota de la bañadera, en cuyas profundidades mohosas yace un jabón finito. Al probar con el bidet, un chorro se dispara hasta el techo, desencadenando un chaparrón. Con los anteojos empapados, huyo como un gallito ciego.
Se me hizo tarde digo, pero ella asegura que todavía no vi  lo mejor. El caballito de batalla, remata revoleando el llavero, como si se hubiera convertido en mi carcelaria. No tengo más remedio que ir tras sus pantorrillas repletas de tramas violáceas. 
 Mire lo que es este balcón terraza, ¡venga a ver!, insiste abriendo el ventanal. Al comprobar que no hay rastros de la maravillosa vista abierta, me apoyo resignado en la baranda: cables que cuelgan como lianas, esqueletos de triciclos, y un toldo deshilachado que en vez de resistir parece bailar Charleston.  Le estoy por reprochar el tiempo perdido cuando una súbita ráfaga de burbujas de todos los tamaños me deja mudo. En el balcón vecino, una mujer sopla a través de un aro mientras un niño la aplaude, fascinado. Es tan bella que no  puedo dejar de mirarla, ni siquiera cuando una enorme burbuja viene lento hacia mí, reflejando los últimos rayos de la tarde. Sonrío. Tengo la sensación de haber encontrado mi lugar en el mundo.

 

1.11.13

Alejandría presenta cuatro libros




Hoy, viernes 31 de octubre a las 19: 30 hs en La minga! (Maza y San Juan, casa roja) el Grupo Alejandría presenta cuatro libros: Bendita desgracia, obra de teatro de Clara Anich (leído por Ana Granato), Construcciones (con dibujos de Leticia Paolantonio y poesías de Nicolás Hochman), Apuntes de taxidermia (cuentos de Yair Magrino) y Cabos sueltos (cuentos de Edgardo Scott).

Tocan Bogado y los Ventilacalores.

Hay para comer, hay para tomar y los libros se van a vender mucho más baratos que en cualquier librería.

La entrada, libre y gratuita.