Mi peor trabajo fue
Pablo Toledo
Tutor
de matemáticas. Recién terminaba el secundario, y mis viejos se habían
obsesionado con que saliera a trabajar en el verano en vez de leer todo el día.
Hice como que salía a buscar changas, pero me aseguré de que fueran cosas
absurdas o lugares con el “no” garantizado. A fin de enero, sin noticias. La
venía piloteando.
Pero
sacaron un as de la manga: una amiga profesora con un chico de su colegio que
tenía que rendir matemáticas en marzo. Yo de eso no entiendo nada. El pibe
entiende menos, andá. Me reuní con la amiga, me pasó los temas, me los volvió a
enseñar a mí, no le cobres menos de tanto, y llamó al padre del chico a su
negocio. Si podés ir ahora a la casa, te está esperando.
Era
un piso en Belgrano. No pasé de la puerta trasera, la cocina y el baño de
servicio. Mucha ventana, mucho granito, mucho desayunador y jarros con
galletitas importadas. El pibe tenía un par de años menos que yo y le
fastidiaba haberse vuelto temprano del club. Más le rompía las pelotas estar en
Buenos Aires con el viejo mientras la familia veraneaba en Punta del Este, y
todo porque la de matemáticas la tenía contra él.
No
entendía nada. Yo tampoco, pero al lado suyo parecía Stephen Hawking. Le tiré
una fotocopia y repetí la clase que me habían dado un rato antes. A la hora
llegó el padre. Pelado, bronceado, camisa abierta y cadena de oro. Se tomó
medio cartón de Tropicana mirando la clase. Terminamos.
Te
acompaño abajo, vamos por el ascensor de atrás. Viene flojo, ¿no? Rinde en dos
semanas. Cuánto cobrás. Le dije el número que me había dicho mi amiga para una
hora. Me bajó cinco pesos. Eso es por una hora y media, claro, ¿no? Es jueves,
vamos a Punta y volvemos el martes, a la misma hora. Te pago el fin de la
semana que viene. El portero te abre.
Me
tomé un colectivo hasta Corrientes: después de varios meses, había invitado al
teatro a una chica del taller. Cuando me llamó la amiga de mis viejos le dije
que todo bien, que le pedí lo que ella me había dicho y no hubo problema.
El
martes a la mañana me llamó el padre. Se quedó en Punta del Este, va a preparar
la materia allá en la Escuelita. Yo me vuelvo esta noche, pasá por casa y la
muchacha te da la plata.
Con
la chica no pasó nada. Ella quería ver “Salsa criolla”. Una noche inolvidable.
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Mala experiencia en un trabajo:
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