La
identidad no existe. Lo supe desde que pasaba delante de esa puerta llena de
espejos que fragmentaban mi imagen adolescente como si pudiera dividirme en
cuadraditos. Frente a ese paisaje multiplicado y a una historia que siempre es
diferente, jamás pude entender cómo una persona puede creerse igual a sí misma.
Hace unos días encontré una puerta muy similar, un viejo sabio la abrió, y algo
nuevo quedó resonando. (Félix Chiaramonte)
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