Aunque tengo dos nombres, toda mi vida me identificaron por
el segundo. Es rarísimo que responda o me dé vuelta si alguien me llama por el
primero. Porque uno es quien es por cómo le dicen desde chico. Entonces, cuando
por algún asunto legal o formal tengo que usar mi nombre completo y alguien me
llama por el primero, me parece –y a veces me divierte creer– que soy otro.
(Genaro Press)
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