Odio la
espontaneidad
Texto:
Virginia Gallardo / Imagen: Raúl Nieto Guridi
Publicado en Casquivana 5: www.casquivana.com.ar
Vos tenés que llegar sola a la respuesta, dice mi
analista mientras mueve el pie de la pierna cruzada arriba de la otra lentamente
en forma circular. ¿Por qué no me dice qué hacer? Es como cuando la
psicopedagoga del colegio me repetía: la respuesta está en tu interior. ¿Cómo
se mira al interior? ¿Me imagino mis órganos? El estómago, el intestino, los
pulmones, el corazón… se me aparecen ruidos monótonos como de máquinas que
hacen su tarea y no piensan. ¿Piensan los órganos? El cerebro les manda la
orden de hacer sus cosas, la digestión, bombear sangre, limpiar el oxígeno,
triturar el bolo alimenticio. ¿El interior va a pensar además qué hacés con tu
vida? ¿Tiene alguna visión del exterior? Tu ADN está en todas las células. De
alguna forma tu estómago y tus pulmones saben quién sos, tu cerebro les
transmite qué te pasa, cuáles son tus preocupaciones, no en vano dicen que
cuando estás estresada o mal de ánimo eso te afecta a la salud, hay alguna
conexión o sabiduría de los órganos que en cierta medida sigue siendo
misteriosa, pero de ahí a que tomen conciencia y te puedan dar una respuesta,
no sé... supongo que eso de mirar al interior es simbólico. O puede querer decir
que miremos al interior de nuestra cabeza. Pero el interior de nuestra cabeza
es un quilombo. Cuando miro el interior de mi cabeza me pongo peor, me mareo, empiezo
a pensar: miro en mi interior, miro en mi interior, hasta el infinito, hasta
que empieza a sonar un eco y me impaciento... ¿Y ahora qué, qué, qué? ¡Interior!
¡Interior! ¡Interior! Decime algo, che... copate… ¿Qué hago con Miguel? ¿Lo
llamo otra vez? ¿O espero una semana y si no me contesta empiezo a dar vueltas
por la manzana de su casa para ver si me lo encuentro? ¿Qué hago con el
trabajo? ¿Les grito a todos lo que pienso? ¿Le clavo un cuchillo a mi jefe? Otra
que me dice todo el mundo: vos vas a saber qué hacer. Yo nunca sé qué hacer.
Cuando actúo espontáneamente siempre me mando alguna cagada. Odio la
espontaneidad. Me gustaría tener una cucaracha como los conductores de los
programas de la tele por donde les dicen todo el tiempo qué hacer y qué decir.
Mi interior. Mi interior no me da bola, no me dice nada, me abandonó. ¿Qué
estás pensando, Virginia?, interrumpe mi analista. En mi interior, le contesto.
Silencio. ¿No me decís aunque sea una cosita? ¿Lo llamo hoy o no?, le suplico.
La respuesta es otro silencio. ¿Eso es un no?, digo esperanzada. ¿Nos vemos el
lunes? Me dice enigmático. La puta madre…
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