Robar
Texto:
Fabio Morábito / Imagen: Leticia Paolantonio
Publicado en Casquivana 5: www.casquivana.com.ar
A la edad de trece años robaba dinero a
mis padres. Sustraía todos los días las monedas suficientes para ir al cine, al
que iba siempre solo, huyendo del clima agobiante de mi casa. Iba a la primera
función vespertina, cuando el cine estaba prácticamente vacío. No recuerdo una
sola película, un solo título, una sola imagen de lo que desfilaba ante mis
ojos. Creo que al sentirme un ladrón me impedía a mí mismo disfrutar del
espectáculo y procuraba no mirar a la cara a la empleada de la taquilla que,
estaba seguro, adivinaba de dónde venía el dinero con que pagaba el boleto.
Casi no tenía amigos en esa época, mi desempeño en el colegio había caído en
picada y el cine era mi único alivio. Robaba a la misma hora, después de comer,
aprovechando la breve siesta de mis padres. Me temblaban las manos al hurgar en
los bolsillos del saco de mi padre y en el monedero de mi madre. Reconocía al
tacto las monedas que necesitaba sustraer y sólo me llevaba la cantidad justa
para la entrada, ni una moneda más. Ignoro qué repercusión tuvieron esos hurtos
en mi vida y me he preguntado a veces si no influyeron en mi inclinación
literaria, si la escritura no ha sido para mí una prolongación de esos robos,
pues me otorgaron a pesar de la vergüenza y el remordimiento, o quizá gracias a
ellos, una tendencia introspectiva que más tarde, mal que bien, encontró una
forma de articularse en el hecho de leer muchos libros y hasta escribir unos
cuantos de ellos. No me arrepiento, pues, de esos hurtos; pienso incluso que
habría que enseñar en los talleres literarios a robar pequeñas cantidades de
dinero, pues cuando se escribe con intensidad se está en realidad robando,
sustrayendo de los bolsillos del lenguaje las palabras necesarias para lo que
uno quiere decir, ni una más. Aún hoy, me levanto muy temprano para escribir,
cuando todos duermen. No concibo la escritura como una actividad preclara, sino
furtiva. Busco las monedas justas para huir del mismo clima agobiante de
siempre. Como me levanto muy temprano, mis amigos me admiran por mi disciplina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario