Todos los días del señor Hilario Gómez son
iguales: se levanta relativamente temprano, se afeita, lava sus dientes y peina
su cabello oscuro casi sin darse cuenta. Es un hombre común pero es susceptible
a los avatares de su corazón, y cada tanto lo apresa uno de sus feroces
ataques. Lee mucho y duerme en proporción equivalente. Cree que sólo un par de
textos suyos valen la pena. Tiene días en los que elige morir y días en lo que
no. Entonces, escribe sobre esos días en los que elige no escribir. El señor
Hilario Gómez registra un estilo no muy particular, pero sí suficiente como
para comentar este breve episodio. Su celebración es un estuche o un perímetro
desolado al tiempo que muta hacia una peculiar plenitud por las quimeras
esquivas. (Conrado Yasenza)
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