9.4.13

Victoria Béguet Day reseña la Antología de Cuento Digital Itaú 2012, organizada por el Grupo Alejandría




Noctámbulos
Victoria Béguet Day

No tolero las luces fuertes. Tengo, hace años ya, algo que se llama fotofobia. A veces toda luz, sea natural o artificial, resulta abrasiva, hostil. Y hay una especie de foco de luzque pende sobre los trece relatos que integran la Antología Itaúde Cuento Digital 2012, organizada junto con el Grupo Alejandría. Es inevitable que exista ese foco. Pero apaguémoslo un momento. Estos relatos, algunos sorprendentes, seductores,se gestaron a oscuras. Leámoslos como fueron imaginados, refugiémonos en la sombra incómoda que arrojan. Después de todo, su oscuridad es también la nuestra. Sin luz, el oído se aguza. ¨Para escucharte mejor¨. Nos reconocemos en estos relatos: famélicos, abandonados, insomnes, sin saber con certeza si somos presa o cazador. La vulnerabilidad, en todo caso, es la misma.
Los viajes generan intimidades improbables y, para el que sabe escuchar, pueden resultar reveladores. Quizás confesarse con extraños sea parte del protocolo de los viajes. En La Hija, de Cecilia Ferreiroa, una desconocida relata a su igualmente desconocida compañera de viaje la relación conflictiva que mantiene con su hija adolescente: una ¨chica buena con un carácter terrible¨, que dice detestarla. Pero lo trivial, lo familiar, encubre, sin excepción, verdades insospechadas.Como si se tratara de una epifanía, la mujercomenta, confiesa que,a veces, ella también odia a su hija. Las viajeras se despiden cordialmente. Sus trayectos no volverán a intersectarse.
Algo aquieta al protagonista del relato de Fernando Linetzky (ganador del primer premio). En Un Mar Quieto, un hombre ha sido desechado en su rol de padre y marido. Debe, se dice reiteradamente, sacar tres bolsas de basura. Fracasa. Lo hediondo, lo descartado, lo podrido, hace su aparición con violencia. Un accidente tan anhelado como fortuito (la rajadura de las bolsas) se  convierte en la instancia perfecta para una purga febril, irreprimible, liberadora. 
Quizás sea eso la locura. Estar rodeado de pájaros que cantan a destiempo,  sus ¨ademanes nerviosos¨ multiplicados hasta el absurdo. ¿Tememos enloquecer cuando nuestro cuerpo se insubordina y quedamos, súbitamente, ¨a la deriva¨? En Un nido recién pintado, de Luciana Czudnowski , un hombre, que espera un diagnóstico, decide hacer tiempo en una pajarería. Si la muerte o la posibilidad de morirnos es el momento en que enfrentamos  la soledad más absoluta, más despojada, si se quiere, este relato describe ese miedo con sutileza, sin dramatismo innecesario.
El lugar del ¨otro¨ es un lugar de extrema vulnerabilidad, que debe evitarse a toda costa, como si se tratara de una zona radioactiva.En El Casco de Luis Mey  el protagonista se sabe ¨oveja negra¨,  se sabe trasgresor, sin haber hecho nada, salvo ocupar involuntariamente ese lugar. El protagonista, un chico de diez años, toma una decisión singular. No huye de su condición de bicho raro. La adopta, la exacerba y, en una sucesión de gestos desafiantes, absurdos o cómicos, la oveja negra se impone, se planta solitaria, frente al rebaño y logra, fabulosamente, intimidar y desarmarlo. El relato vuelve permeable o frágil  la frontera entre el otro y uno mismo. Hay una frase en los Diarios de Cheever, un deseo acaso susurrado con inconfundible candidez: ¨Me gustaría evitar la falsa compasión.¨  Despertar ¨falsa compasión¨ podría dar lugar a una ¨falsa nobleza¨. El Casco resulta inmune a ambas. Por suerte para el lector, lo desarma.Y lo hace con inteligencia.
¿Será encantador el infierno? ¿Hay sacrificios ineludibles, necesarios?  El Pozo, de Fernando Martín Chulak, tiene el clima enrarecido de un ritual.  Observamos con deleite cómo una presa se acorrala a sí misma y se confirma, como si se tratara de una premonición, el comentario inicial de uno de los protagonistas: si se le ata un cordón rojo en la pata a una paloma, el resto de la bandada la mata a picotazos. Hay un descenso hacia un lugar tremendo pero extrañamente familiar. (Una intención que también está presente en Los Galgos, de Agustín Maya). El relato me recordó dos cosas:a¨De ratones y hombres¨ y (por algún motivo) la escena de Casino de Scorsese en la que el personaje de JoePesci es asesinado. (Me gusta cuando eso sucede).
En Arde, un adolescente, deambula por la casa familiar que se encuentra vacía. Su itinerario no tiene nada de llamativo, salvo, quizás, observar su cuerpo desnudo, repetidamente, ver porno, repetidamente, hacer dibujos ¨obscenos¨, repetidamente. Afuera, un cacerolazo que ya no se escucha y un ¨humo insoportable¨ que persiste. A pesar de su ¨tilinguería¨, el personaje no logra ignorarlos: ¨Se encontró dibujando a J, con las piernas abiertas y un dedo en la boca. La dibujó en un campo, la tapó de humo¨. (Por otro lado, que a su autor, Berenjenal, le guste Carver, no sorprende).El humo es siempre una imagen que inquieta, que alarma.Lo que no vemos o no nos detenemos a ver puede tener estas cualidades.Nombre de Almacenera de Natalia Zito es el relato de una mercancía: una mujer que se prostituye. Aquello que la sociedad no está dispuesta a desechar. El relato (que recibió una mención especial) retrata la vida cotidiana de esta joven. La intención de denuncia que lo atraviesa es, sin ninguna duda, valiosa.
En Sucio de Tomate el protagonista de María Ferreyra visitasu pueblo natal. Quién suponemos es ¨el amor de su vida¨ se va a casar con uno de sus amigos: ¨Una felicidad ajena que corre como una gorda escandalosa hacia vos, de frente derecho a vos, y te besa en tu boca de muñeco de torta.¨ Escribir acerca del desamor es correr el riesgo de caer en lo cursi y una mancha de tomate en forma de corazón sobre la camisa de aquel dueño de ¨un corazón partío¨ podría ser el colmo de lo cursi. Pero el relato funciona. Quizás porque el tono es idóneo para el relato, o, quizás, porque se burla de las ¨penas de amor¨ sin hacerlo realmente. Tiene en cuenta, en todo momento, que, detrás de su fachada cursi,el desamor tiene tanto de cómico como de auténticamente doloroso. Cuentos de Terror Playerode Ramiro Gallardo también recurre al humor, aunque de otra manera, para recordar que convivimos con lo absurdo. (Nunca inocuo, ni inofensivo, el humor es una estrategia interesante.)
Hay nostalgias inadmisibles y vínculos que, inexplicablemente, se enfrían o entran en hibernación. Y no sabemos con certeza si merecen ser reavivados. Hay un clima de futilidad, de patetismo enLa Perla del Alba de Claudio Robin. Un hijo vuelve de forma azarosa y con reticencia a la casa paterna, de la cual querría huir. Una casa marcada por una ausencia: la madre fallecida. El padre, un personaje hosco ycómodo en su dejadez, parece querer expulsar a su hijo de la casa (descolgó en algún momento los afiches de la habitación de su hijo).  El hijo, cuyo nombre nunca sabemos, resiente profundamente  enfrentarse a una decadencia tal vez irreversible. Resiente también, intuimos, sentirse expulsado por aquella casa. Un detalle en este relato sutil, sobrio: el padre se dedica con devoción y con inusitada ternura a la jardinería: ¨Papá le habla (a Laura) del cuidado de las acacias(…) Le explica también  que el invierno es una época de mucha actividad en el jardín(…) ideal para plantar flores de ciclo de invierno¨.  Otros lazos se interrumpen de forma abrupta, dejando reflexiones de tipo ético y un ¨hambre¨ inexplicable que se intenta mitigar buscando respuestas que nunca se van a obtener. En África de Marcelo Filzmoser , un padre (que abandona a su familia, sin previo aviso y sin despedirse) y su hijo de doce años mantienen una charla sentados sobre un tronco ¨cortado hace poco porque atraía moscas y ratas¨ y que no resulta del todo cómodo debido a su aspereza. Hablan acerca de qué significa ser una ¨buena persona¨  y, entre otras cosas, el padre comenta: ¨Si te da el cuero tenés que ser el mejor tipo del mundo. Pero eso es algo que no se le puede pedir a nadie.¨
En un lugar donde: ¨El viento es un salmo que levanta polvo despacito y va esculpiendo las manos y uñas rojas mordidas que rezan¨, Lucio es el porteño, el extranjero. La protagonistade Una Laucha, de Santiago Craig, que al inicio lo hace pagar ¨derecho de piso¨,  termina por aceptarlo. La empatía resulta, al final de cuentas, igual de misteriosa que la crueldad. Seamos muy bienvenidos a la jungla.

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