Empecé a escribir por culpa de Pablo, el vago del puente.
Tomando cerveza sacó un poema y lo entró a interpretar. Me pareció un diamante.
Y el golpe en el ojo: no podía ser que ese borracho roñoso lo hiciera y yo no.
Yo era peor: él tenía un poema genial. Yo no tenía nada. Y, como quien no
quiere la cosa, se lo robé. Desde entonces y por un par de años, intenté usarlo
para conquistar alguna chica o para decir que era algo en la vida, que tenía un
poema y presentarme como alguien.
Lo cierto es que ahora –después de no verlo por más de diez años–, cada vez que saco un libro, me lo cruzo por algún lado. Ese tipo que mezcla cemento todos los días es mi verdadero mentor. Es mi reflejo y no puedo evitarlo. Y escribe desde mis manos. Por devolución de gentilezas. (Luis Mey)
Lo cierto es que ahora –después de no verlo por más de diez años–, cada vez que saco un libro, me lo cruzo por algún lado. Ese tipo que mezcla cemento todos los días es mi verdadero mentor. Es mi reflejo y no puedo evitarlo. Y escribe desde mis manos. Por devolución de gentilezas. (Luis Mey)
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