17.4.13

Los vecinos famosos de Ana Prieto



Tengo un vecino que
Ana Prieto

Tengo un vecino que se llama Daniel, otro que se llama Javier, otro que se llama Mario, otro que se llama Emmanuel y otro que se llama Juan.
Daniel vive enfrente, lo suelo ver en el chino, va de ojotas en invierno, adelgaza con los años y me recuerda al señor Usher. Hace ya diez meses (los he contado) que no ensaya, y yo me preocupé e imaginé mil infortunios hasta que me dijeron que su cara espectral empapelaba un pub en Amsterdam y que allá tocó hace poco.
A Javier lo suelo cruzar en la verdulería y también en las elecciones, pero la última vez que lo vi fue en la puerta de mi casa. Listo, me encontró, pensé: llegó el momento de su venganza por el tweet que escribí hace un año sobre él y las ballenas. Pero Javier es de esas personas que se detienen donde sea cuando les suena el celular: “sí, la mina canta impresionante”, decía. “Llamémosla”.
Mario vive a la vuelta, tiene una garita en la puerta y dos camionetas idénticas. Siempre nos topamos en la misma vereda y siempre me quedan los nervios a la miseria porque me nace un pudor idiota inspirado vagamente en la dignidad: “no mires al famoso”, me repito. “No lo mires”.
Emmanuel, literalmente, no se deja ver. Cuando hemos coincidido se cubre la cara, o vuelve sobre sus pasos, o se agacha para recoger algo inexistente, como temiendo algún acoso.
Juan vive al lado, saca la basura arrojándola desde la puerta, pone la tele a todo volumen y tiene invitados cada domingo desde las 10 de la mañana. Dos veces llamó a la policía durante las dos únicas veces que he hecho fiestas aquí, y le encanta sermonear y dar lecciones aunque él lleva hacia extremos asombrosos la separación entre la prédica y el ejemplo.
Juan es el vecino que nadie quiere tener, pero de todos mis vecinos, y que alguien me lo explique, es el que menos me estresa.

Publicado en Casqiuvana 5: www.casquivana.com.ar

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