Tengo
un vecino que
Conrado
Geiger
Él intoxica su entorno.
Empezando por su propio cuerpo: es gordo, sudoroso, sin afeitar, siempre
fumando cigarrillos negros. Siempre. No reconoce los límites entre lo propio y
lo ajeno, de modo que así como intoxica lo propio, se expande a los demás.
Fuma, y los puchos los tira al piso, al pasillo, al espacio común del edificio
que cohabitamos. Este pasillo es ocupado regularmente por sus trastos. Estamos
en un PH con cuatro departamentos en planta alta y cuatro en planta baja. A los
de arriba se accede por dos escaleras distintas. La que lleva a su depto está
atestada de bolsas de materiales de obra, un placard, una mesa, mugre, partes
de cosas, herramientas, como un depósito abandonado. Él se dedica a ciertos
negocios con autos viejos (una vez me lo explicó, algo de compañías de seguro y
limada de números de motor, no le entendí pero parecía ilegal) utiliza el
pasillo como depósito para dejar partes de autos: puertas, motores goteando
aceite, capots, ruedas. Los autos viejos, destartalados, incluso quemados, los
estaciona frente a nuestro edificio. Son cuatro o cinco que van rotando, que
están allí, quietos, sucios, juntando basura debajo suyo, impidiendo que
nosotros o cualquiera que venga a visitarnos pueda estacionar en la puerta. A
veces ni en la cuadra. Intoxica la cuadra. Sus hijos, toxiquitos, desenvuelven
prolijamente los caramelos para tirar los papelitos al piso. De modo que
nuestro pasillo, nuestro espacio común, está asolado con sus muebles, sus
autopartes, sus puchos, sus papelitos. En el trato es amable, salvo que se le
cuestione su modo de usufructuar el espacio común. En ese caso se pone
violento, grita, amenaza, hasta ha pateado puertas de vecinos.
Tengo un vecino que es
tóxico, e intoxica todo lo que tiene alrededor.
Publicado en Casquivana 5: www.casquivana.com.ar
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