La escribana Ordóñez invirtió buena parte de su vida en
hacerse un nombre, en sostener un prestigio y en dar fe de quién es quién. Su
hijo Eugenio, como la mayoría de los que se relacionan con él, ha decidido
prescindir de toda identidad; a lo sumo, hoy es alguien y mañana, o varias
veces al día, otro. Madre e hijo –cómo negarlo– son contemporáneos, pero como
las estrellas que veían Copérnico y los ptolemaicos, pertenecen a mundos con leyes y lógicas diferentes. (Fernando
Peirone)
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