Los peces no cierran los ojos, de Erri De Luca
Seix Barral, Buenos Aires, 2012.
Siempre se puede contar sobre los
momentos más profundos de la infancia. Así lo hace este fino escritor italiano
que pone el foco en unas vacaciones que, el niño que fue, pasó en una isla cercana a su Nápoles natal.
Esas vacaciones de posguerra, al lado de una madre y una
hermana, serán el momento de disfrute, de descubrimiento, de dolor y de amor. Y
el narrador adulto recordará ese
septiembre de sus diez años en la isla. Allí su cuerpo experimentará el cambio
que su mente ya pensaba pero de una manera extraña. Encontrará a una niña cuya
mirada del mundo será para él lo nuevo, lo diferente. Le hablará de animales y
de justicia y lo llevará por el camino del primer beso que él recibirá con los
ojos abiertos, como los peces. El primer contacto con lo femenino y con la
pérdida de la niñez.
El niño, ya adulto, también hablará
del padre que fue a buscar a América del Norte otra forma de vida, de su madre
que tendrá que tomar la decisión de seguirlo o no, de una hermana diferente de
él, y de experiencias nuevas que marcarán sus acciones políticas futuras.
Cristina Ibáñez
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