Vómito de perro. Sobre la
confesión imposible (fragmento)
Texto: Darío
Sztajnszrajber / Imagen: Ángela Astrid
Dicen que
la palabra sana, pero a mí las palabras me dan miedo. Dicen que hay que buscar
las configuraciones invisibles, pero a mí las construcciones lingüísticas me
esclavizan, me someten, me abochornan. Recorrer el habla para poder escuchar no
su sentido, sino su sonido. Recorrer el habla no para, o sea recorrerla para
nada. ¿Pero por qué la palabra siempre abre nuevas significaciones? ¿Por qué la
palabra reproduce más palabras que intentan dar sentido con palabras a lo que
se supone que implica otro sentido, otras palabras que no son las que se
muestran? Anhelo ese Edén donde las palabras reflejaban la verdadera naturaleza
de las cosas, aunque siempre me quedará el sinsabor de no haber podido
clasificar a la palabra como una cosa. La palabra no es una cosa, pero las
cosas se nos presentan como palabras. Un mundo siempre asimétrico que nos exige
poner orden. ¿Pero no es el orden un castigo? En definitiva, ¿qué es una
palabra? Si ya la privamos de todo realismo, ¿no es todo lenguaje en algún
sentido una confesión? ¿Y no es toda confesión, en otro sentido, la
sustanciación de esta puesta que somos y que pretende incesantemente romper la
dicotomía entre lo verdadero y lo falso? Pero hay algo peor (o mejor): ¿no es
toda confesión, en última instancia, una manera de pedir perdón? Así la ciencia
pide perdón por la manipulación de la naturaleza y así el arte pide perdón por
hacernos digeribles los sinsentidos. Así la política pide perdón por ocultar
las injusticias originarias y así la religión pide perdón porque no hay perdón.
No, no lo hay. Nadie termina nunca de salirse de sí mismo, nadie se expropia. Nadie
perdona dice Derrida lo imperdonable y por eso el perdón es imposible. Dar es
imposible. Los vínculos son imposibles. Lo único posible parece terminar siendo
esta podredumbre que se interioriza en este olor que algunos llaman el yo. Es
que la confesión nunca arranca las entrañas, no es entrañable. Nada es
entrañable, sino que lo que duele y lo que goza siempre es del otro. La
confesión es para otro.
Si querés terminar de leer el artículo, lo podés encontrar en http://casquivana.com.ar/casquivana.html
(páginas 6-7).
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